viernes, 21 de enero de 2011

Informe forense II parte

Era miércoles por la mañana después del puente, tras un largo descanso bien merecido yo seguía descansando. Aunque ya se sabe, precisamente la muerte nunca te da un respiro. Como decía, cogí aquella llamada de número oculto. Últimamente la universidad está recortando tanto los presupuestos que tenía miedo de que hubieran empezado a usar las 4 cabinas telefónicas que quedan en Madrid. Para mi sorpresa era un supuesto caso de suicidio ocurrido en la Facultad de Filología. ¡Pamplinas! A decir verdad ya estaba acostumbrado, no es que sea esta una de las profesiones en las que se pueda decir que nunca pasa nada, si bien el final siempre es el mismo. La llamada, ¡qué raro!, no aclaraba nada. Si esto hubiera sido una película yo ya habría llegado con todo el equipo bajo mi cargo, el café bien calentito, las cámaras de rayos ultravioletas con las que se advierten los más íntimos deseos de la víctima, la chica guapa que es nueva y se equivoca todo el rato pero luego la perdonamos y nos sonríe amablemente. En fin, que no me quedaba a mi poco para todo aquello. Sí, sí, lo digo suspirando, porque cuando llego tarde a casa luego a ver como le explico yo a mi madre que el Ferrari que tengo corre muy poco porque en realidad se llama EMT.
Mejor lo dejamos, que al final el café que me he preparado yo mismo también se me ha quedado frío. La llamada decía que era en Filología, a saber, por lo visto los de Filología son muchos, hasta cuatro edificios les han puesto. Nosotros apelotonamos en los mismo botes de formol a cuatrocientas momias y ellos andan sin saber qué hacer con los espacios, que si el hueco para una biblioteca, que si un parking subterráneo, que si despachos para que los profesores atiendan las trascendentales diatribas de estos muchachos de humanidades que tanta prosperidad nos han traído, etc. Con las mismas ya había llegado al edificio D, también con las mismas las esperanzas me la iba a guardar ahora en mi bata rancia de forense. Precisamente para una vez que se mata alguien en la UCM tenía que ser en el edificio que más lejos estaba del meollo universitario. En principio, en estos casos universitarios pequeños, de corte provinciano, se arma un revuelo enorme. Yo le daba clase, yo le presté unos apuntes, yo le llevé en coche a casa, yo le robé la novia, etc. El problema es que en ese edificio, en mi modesta opinión, nunca pasa nada. ¡A saber a quién le va a interesar! La prensa va a tener que echarle mucha cara para que le podamos sacar un poco de jugo al asunto. Voy a ver si me dejan pasar, que lo de las acreditaciones anda crudo hoy en día, ayer mismo me confundieron con el bedel. La excusa de la señora fue que el negro y los maletines están de moda, claro, también llevar la Biblia de puerta en puerta, ¡no te jeringa!.
Abrí la puerta, el edificio me sorprendió enormemente, estaba lleno de huecos, recovecos, ventanas, puertas que no dan a ningún sitio. ¿Quién lo habría construido? Si hubiera tenido la otra cámara hubiera empezado a hacerle fotos a todo aquello. No sé cuales habrían sido los motivos que habrían llevado al arquitecto a aprobar dicho proyecto. Sin embargo, me atrevo a aventurar que era causar las pesadilla de los alumnos nuevos.
¡Ramón, Ramón! Ese era yo, resulta que ahora ser forense ya no es lo mismo que doctor en humanidades, así que tenía que conformarme con que me llamaran por mi nombre de pila. Me acerqué despacio al cuerpo, cuando llevas tiempo en esta profesión te das cuenta de que las cosas merece la pena hacerlas poco a poco. Siendo más joven cometí la imprudencia de acercarme alguna vez a los cuerpos así, de sopetón, y quedarme con la primera impresión (que se convertiría desde ese mismo instante en definitiva). Acercarse despacio le da a uno la oportunidad de ir fijándose en los pequeños detalles que, al final e incluso lejos del laboratorio, van a poder determinar las causas de la muerte. Si la policía me deja, claro, porque a ser detectives queremos jugar todos, pero los que abren los cadáveres no son los que precisamente llevan pistola. Es bueno relajarse, pensar un poco en todos antes de pensar en “él”.
Teniéndolo casi enfrente me doy cuenta de que es un muchacho joven, pensaba que era otro de eso profesores que han prolongado cuarenta veces la jubilación y al final se han quedado tiesos entre el cigarro de clase y clase. No tendrá más de 27 años, pelo oscuro, tez morena. Incluso bajo el amoratamiento de la cara puede distinguirse, lo cual indica que debe ser especialmente oscuro. Debe haber muerto entre 48 y 72 antes. Sigo bajando y me doy cuenta de lo extraño de su atuendo, aún no ha nevado en Madrid pero ya no hay quien se atreva a salir con los pies al aire. Me figuro que probablemente se deba al afán de enseñar todos los tatuajes que le cubren las extremidades inferiores. Me fijo en sus gemelos que las bermudas dejan también al descubierto, están particularmente desarrollados. Probablemente nuestro sujeto haya realizado una actividad física de manera profesional o semiprofesional.
Antes de continuar me pregunto, ¿qué haría este chico aquí? Pregunto a la policía si me pueden aportar algún dato, curiosamente me dicen que es confidencial, si nos ponemos así ¡mis datos si que van a ser confidenciales! Me niego a no saber a quién estoy abriendo. Tendrán que perdonarme el vocabulario, pero así es como se habla de colega a colega y esa, huelga decir, es la mejor forma de tratar un caso. Acaban de venir a pedirme disculpas, perdone Señor Bretones Galeno, por supuesto tendrá usted acceso a todos los datos del muerto, estamos aquí para servirle, encantados de tenerle con nosotros. Con un poco de suerte esto va a garantizarme una pequeña charla a posteriori con el señor policía.
Así es como me entero de que el muerto se llama Alexander García Barceló, nacido en San Juan de Puerto Rico un 23 de noviembre del año 1983. Hijo de Alejandra Barceló Mojica y de Edmundo García LaSalle. De momento no había ido mal encaminado, pero ahora comenzaba el verdadero trabajo.
Cámara en mano me acerqué a la escena del “no crimen”, tal y como había sido ya determinado por el cuerpo policial. La causa de la muerte estaba clara, un traumatismo craneoencefálico (TCE) o traumatismo encéfalocraneano (TEC). Ahora ya nos ponemos serios, el TCE es definido como un intercambio brusco de energía mecánica que genera deterioro físico o funcional del contenido craneal. En un nivel leve producirá: amnesia postraumática, un síndrome vertiginoso, mareos persistentes, una cefalea holocránea; en un nivel grave un coma profundo que conducirá hasta la muerte. En este caso es probable que el mecanismo de lesión responda al mecanismo de lesión de desaceleración, es decir, que la cabeza de un individuo que se encuentra en movimiento, es detenida de manera brusca.
Hay una ventana abierta a unos 10 metros de altura, más que suficiente para que el impacto haya producido una muerte inmediata. El resto del cuerpo también tiene lesiones, las piernas y los brazos están fracturados, aparentemente a causa de las caídas. Digo, aparentemente, porque hasta que no me lo lleve al laboratorio, no podré valorar si las fracturas son anteriores o posteriores a la caída. Alrededor de la escena del crimen no hay ni una gota de sangre. Quizás, como fue la señora de la limpieza la que ha encontrado el cuerpo, ya ha aprovechado y le ha pasado la fregona. Son muy curiosos estos casos, la causa de la muerte aparentemente está muy clara, pero el terreno de las conjeturas es tan amplio que la duda está sembrada.
Me pregunto si me harán una entrevista, vamos a ver, yo lo que quiero es hacer bien mi trabajo y el secreto de sumario no lo levanta ni la reportera más guapa del New York Times, pero no estaría de más salir diciendo que “no me permiten hacer declaraciones”.
Acaba de venir el juez y por fin se ha procedido al levantamiento del cadáver. He tomado suficientes fotos como para que si el cuerpo desapareciera el análisis pudiera ser igual de certero.
La posición del cuerpo va a aportar mucho a este caso. No es cosa mía lo de las elucubraciones, pero sí lo es realizar el informe. Acaban de mostrarme la ventana desde la que cayó el cuerpo, pertenece al despacho de una profesora. Voy a subir. Encontrar el cuerpo en posición decúbito prono nos abre un mundo de posibilidades.
a) El estudiante, sentado en el alféizar de la ventana cayó accidentalmente sorprendido por alguien o algo.
b) En la posición en que ha caído el cuerpo otra de las hipótesis más probables es que el individuo fuese arrojado al vacío, un pequeño empujón pudo facilitar su caída al vacío.
c) Cabe la posibilidad de un suicidio. Aunque normalmente uno no decide arrojarse al vacío de espaldas, entramos en un terreno en el que no se pueden hacer juicios de valor.
La pregunta ahora es que en el caso de que fuera un suicido, habría que plantearse por qué el estudiante había elegido precisamente arrojarse al vacío desde ese despacho y, en el caso de que no fuera un suicidio, ¿cómo logra el asesino hacer que el estudiante se siente en el alfeizar de la ventana, propinarle un empujón lo suficientemente fuerte para que caiga el vacío y lo suficientemente sutil para que en el cuerpo del muerto no haya signos de violencia?
Con la nueva ley antitabaco es posible que al muerto se le ofreciera la posibilidad de fumarse un cigarrillo y el cigarrillo no le diera precisamente la vida.
Parecía que no iba a ser yo el único que se dedicara a hacer elucubraciones. Mira que al final va a ser verdad que cuando uno se muere le salen amigos. Todavía no había sacado el bisturí y ya tenía revoloteando a mi alrededor al capellán.
-¡Hoy en día nadie respeta a los muertos!
-Mire, señor cura, ni hoy en día ni hace más de un siglo.
Me tenía la perorata bien aprendida, es mejor ir al infierno que pasarse media vida predicándolo. Total, si la otra vida es eterna, digo yo que allí habrá tiempo de rectificar. Además estamos en España. Recuerdo un viaje a Israel hará unos años. Allí a los muertos los cubren solo con una sábana. El día del entierro, envueltos como gusanos, les cogen de pies y hombros y ¡zas!, les lazan a la fosa. Bueno, les sepultan bajo tierra. ¡Qué difícil lo tendrán los forenses! Todos los cuerpos siempre enteros, sin trampa ni cartón. Aquí algunas veces ensamblamos un poco de esto con un poco de lo otro y, luego, lo cubrimos bien con el traje que la familia cuidadosamente ha elegido. ¡Si usted supiera, señor capellán...!
Consigo que finalmente se aleje de la escena del crimen cuando le digo que en la cafetería ofrecen copitas de pacharán a todos los afectados. Menudo negocio tiene ese tal Paco, si deja la profesión él sí que debería meterse a detective. Entre café y café se ahogan muchas penas.
El muerto llevaba documentación encima, pero necesitamos a alguien que identifique el cadáver. Mejor si es un familiar. No parece que haya nadie cercano y los rumores empiezan a correr. La verdad que algunos tienen gracia, el muerto, al que ya podemos llamar Alexander, tenía una novia por internet; así que en vez de a Alexander dicen que lo mismo nos reconoce al chico ese rubio que está apoyado en la esquina. Por lo visto hay un amigo suyo en el edificio de al lado al que acaban de comunicar la noticia. ¡Qué se termine el café y espabile!
A la gente mayor no le gusta solo mirar los bares y las grúas. Desde que vio al chico, el profesor no puede despegar los ojos de él.
Alexander está suscitando mucho más interés que de vivo (yo). Los periodistas corren de aquí para allá barajando ciento un mil posibilidades descabelladas. A mi todavía no me ha llegado el turno. No hay de qué preocuparse, una licenciatura en jurisprudencia médica le da a uno el suficiente empaque como para suscitar el interés de los medios.
El juez y la policía han terminado. “No hay nada más que ver por aquí, mis queridos amigos” En un gesto brillante cubro con una tela el cuerpo y acaparo toda la atención. Desgraciadamente las fotos no pueden ser portada, al menos, hasta que se de por concluida la investigación.
Me dicen que el caso corre un poco de prisa, todo tiene estar cerrado antes de las vacaciones de Navidad.
En el laboratorio se confirman mis sospechas:
La cara está apenas desfigurada, el cuerpo cayó decúbito prono, lo cual evita cualquier tipo de fractura en el rostro. Sin embargo, a la altura de las tercera y la cuarta costilla el cuerpo presenta varios hematomas de más de 10cm y rotura del esternón. No hemos medido aún la altura de la caída, pero en la pared hay varios aparatos de aire acondicionado que pueden haberlos provocado. Es tarde, pero hago las últimas comprobaciones:
- el daño corporal, si hay infecciones localizadas, si ha sufrido shock hemorrágico, si existen signos de defensa y lucha, si existen lesiones originadas en vida o si se han producido tras la muerte (la etología y la diferenciación morfológicas). Por último, efectúo las pruebas en el diagnóstico diferencial de lesiones postmortem.
EXAMEN INTERNO
Tras la apertura de la cavidad toroabdominal por la técnica de Virchow (Mata costal), se evidencian los siguientes signos de interés:
 Ambos pulmones ligeramente retraídos de los que mana liquido turbio purulente al corte transversal, con equimosis subpleurales y edema.
 Corazón, de aspecto, morfología y coloración normal, sin datos anatomopatológicos relevantes. Liquido pericárdico abundante de decoloración manifiestamente turbia (purulento).
 Ascitis abdominal, abundante liquido amarillento que mana con fuerza tras la apertura de la cavidad abdominal.
 Traquea, ocupada con contenido hepático.
 Liquido pericárdico y cavidades cardiacas de aspecto normal.
Resto de vísperas sin interés médico legal. De interés médico legal también tiene poco que siendo tan joven bebiera tanto.

Al cabo de tres días recibo una llamada de la policía. Aún no se ha resuelto el caso y mi opinión, me dicen, es crucial para descartar sospechosos. Firmo rápidamente los informes que redacté anoche y se los entrego. Por lo visto hay un sospechoso claro, pero no se encuentran pruebas suficientes para inculpara a nadie, sin embargo, indicios miles. Desgraciadamente mi informe no va a revelar nada nuevo. Yo lo dejaría todo en un golpe de mala fortuna, no se equivoquen, no es que el caso no me interese, es que tengo ganas de irme a casa.

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