lunes, 29 de noviembre de 2010

Perfil del estudiante

José Santos da Silva o Zé Silva para los más íntimos. Quienes conocen un poco la cultura brasileña ya se habrán imaginado mis orígenes. Nací pobre, en la periferia de una gran ciudad y mi nombre -creo yo, porque nunca lo investigué de hecho- debe de ser el mismo de un millón de brasileños más. Además de pobre, era casi invisible.

Mi madre me creó sola gracias a su duro trabajo en la cafetería de una universidad, donde empezó su sueño: quería que su hijo fuese “doctor”. En las expresiones populares de mi país, eso quiere decir que el objetivo de su vida era que yo me graduara en la universidad, como muchos de aquellos jóvenes a quiénes les servía comida todos los días. Por suerte, Dios -eso dice mi madre, no estoy seguro si creo o no en Él- me hizo inteligente.

Desde muy pequeño logré estudiar en el colegio de la universidad que es público, pero accesible solamente a los hijos de empleados y profesores. Así que crecí en un ambiente socio-económicamente mixto, algo bastante raro en mi país, donde ricos y pobres no se mezclan. “El vals en la camarilla, la salsa en la senzala (senzala: habitación de esclavos negros)”, dice el refrán.

Ah bueno, se me ha olvidado comentar, soy negro, lo que debería disminuir aún más mis posibilidades de lograr éxito en una sociedad que quinientos años después sigue sufriendo las consecuencias de la esclavitud. Pero, como he dicho, debería. En mis primeras memorias recuerdo la frase que mi madre me decía todos los días al dejarme en el colegio, mirándome fondo en los ojos: “- Hijo, eres igual que todo el mundo, pero tienes la piel de chocolate. Eso te hace más rico”. Así que, nunca me sentí inferior a nadie y era libre para buscar lo que quería.

Mi trayectoria en el colegio fue suficiente para dejar mi madre bastante orgullosa. Cuando recibí mi primer premio de redacción estuvo allí junto a toda aquella gente pija llorando por el éxito de su hijo pobre y negro.
En mi tiempo libre me gustaba jugar a los videojuegos. Solo podía hacerlo en casa de mis compañeros ricos hasta que mi madre me compró un ordenador para pagar en doce sufridas parcelas. Aquello cambió mi vida. Pasaba todo el rato delante de aquél aparato intentando entender como funcionaba. Y lo que parece es que tengo un don natural para ello y luego sabía desmontarlo, montarlo y arreglarlo. Entonces empecé a trabajar como informático, aunque mi formación fuese simplemente autodidáctica. Con eso, la vida empezó mejorar en casa y mi madre pudo disminuir sus largas jornadas de trabajo.

Cuando terminé el bachillerato empecé una carrera de ingeniería informática bajo el éxtasis de mi madre imaginando su sueño realizado: “- ¡Mi hijo va a ser doctor!” En el tercer año de la carrera logré una beca para hacer un intercambio en España, donde estuve por un año. En Madrid compartía un piso con otros estudiantes y fue allí que conocí mi amigo fulanito (el muerto). Durante todo el año fuimos muy próximos, mi amigo me presentó la ciudad y la cultura española. Me llevó a muchos sitios, a veces de marcha, a veces de turismo, a veces solo para pasar el tiempo. Desafortunadamente nos distanciamos cuando volví a Brasil para terminar la carrera.

Algunos años después, a la edad de 24 años, logré otra beca para volver a España para hacer un master en la Universidad Complutense. Lo primero que hice cuando llegué a Madrid fue buscar a mi amigo, pero lo encontré un poco distinto. Ya no me invitaba tanto a salir y me trataba como un simple conocido. Hasta el día que vino a visitarme con su ordenador estropeado para yo lo arreglara. Le dije que tendría que dejarlo conmigo algunos días, estaba muy dañado y de pronto no pude descubrir cual era el problema.

Pero, percibí que no era solo al ordenador que le pasaba algo, mi amigo estaba muy raro, nervioso, temblaba y sudaba. Le pregunté si era todo a causa del ordenador estropeado e intenté tranquilizarle diciendo que lo arreglaría. No se tranquilizó y supe que había algo más que no quería contarme.

Insistí y por fin me dijo que sí, que le pasaba algo pero, que no podría contármelo antes de hacer lo que iba a hacer al día siguiente -no me dijo qué era-. Nunca más volví a verle.

Días después de haber dejado mi casa completamente trastornado, lo encontraron muerto en la universidad. Todavía no saben cómo ha muerto y me parece que hay muchas personas involucradas en la investigación. Yo tengo su ordenador todavía y acabo de lograr arreglarlo. A partir de ahora también voy a investigar. Quiero saber que le pasó y seguramente dentro de esta máquina están muchas pistas para solucionar el caso.

Perfil de la novia por Internet

Impetuoso, tu cuerpo es como un río

Donde el mío se pierde.

Si escucho, sólo oigo tu rumor.

De mí, ni la señal más breve.

Imagen de los gestos que tracé,

Irrumpe puro y completo.

Por eso, río fue el nombre que le di.

Y en él el cielo queda más próximo.


No sé porqué quiso el azar ponerme delante estos versos pocas horas después de enterarme de lo que había sucedido. Atrás había quedado una semana infinita de angustias inquebrantables en las que nada pude saber de él, de mi amor, mi río. Desapareció. Justo después de aquella primera vez en que nos vimos desapareció para siempre. Por supuesto, yo no lo sabía, yo todavía esperaba que la luz del sol se reflejara en su cauce y a la vez en el mío. Todo parecía avanzar al fin. Después de nueve meses de frases, de notas, de conversaciones escritas quebrantando todos los horarios, parecía al fin que él, mi amor, mi río, y yo, también mi amor, también el río, nos perderíamos juntos en un solo trayecto de unidad.

Después de la breve nota –mi río ha muerto-. Después de la noticia, me sentí liberada. Parecía que el episodio había llegado a su fin. Tal vez extrañé las cartas físicas que no nos dirigimos, algo que poder enmarcar o quemar. Resetear, darle al delete, arrastrar nueve meses de mi vida a una papelera de reciclaje me pareció tan frío que ni siquiera quise buscarme un parecer. Continué leyendo Una cuestión personal y me dije “seguro que Bird acabará liándose con Himiko”, mandé traer una ensalada de lechuga y descansé por fin de las 22 horas diarias durante una semana revisando el twitter, el blog, los comentarios de El Economista, los últimos hilos de forocoches, el número de visitas a la página de la “International José Rizal Network Magazine”, modificaciones en la Wikipedia que contuvieran su característico “pues y”, citas y referencias con su nombre, con su nick, con su correo, con su usernumber blackberry, iphone, ipad, psp, lastfm, kazaalite, wii, número convencional o fijo, pasaporte, primeras secuencias descodificadas de ácido desoxirribonucleico, color de las pestañas en RGB y CMYK, talla de píe, número de pulsaciones por minuto, dos horas de sueño y otra vez nombres de sus conocidos en Facebook, MSN Messenger permanentemente abierto, Yahoo Messenger permanentemente abierto. Google Talk permanentemente abierto, Skype, dos números de teléfono móvil y uno fijo, operador permanentemente en línea del canal IRC “La Cocina de los Libros”, estadísticas de tecleo y utilización de Ip. en el barrio desde el que solía conectarse, dos horas de sueño, soñar con mi río, 22 horas más, soñar con mi río, 22 horas, mi río, 22, río. Una semana así hasta que alguien pone por fin en su twitter “Lamento comunicar… Mi río ha muerto.

Todo podría haber seguido como si nada, acabando yo la infumable novela de Kenzaburo Oé, conectándome otra vez a un ritmo natural de 10 horas al día, buscando con quien hablar, buscándome otro cauce y otro río, si no fuera por ese poema accidental, el eco de otro poema –o del mismo poema- que el me había enviado alguna vez en los últimos nueve meses anteriores a esta semana horrible en la que desapareció mi río y no sabía todavía si él, qué había pasado con él. Y no sabía todavía dónde, si había desaparecido, si había perdido la memoria, si me había engañado a imagen de los gestos que tracé. Pero ahora estaba muerto. Había aparecido su cadáver en una universidad de Madrid así que compré un vuelo y me dije ¿quién era él, por qué ese final, habría algo cierto? Mi papá me gritó al salir por la puerta

- ¿Dónde te crees qué vas Calista Sylvine?

Pero no me importó. Ahora tan solo me importaba comprender a mi río.

Perfil de Ramón Bretones-Galeno, médico forense de la investigación.


Ramón Bretones-Galeno es lo que llamamos un médico de familia, en tanto que fue toda su familia la que le obligó a ser médico. Tras recibir el duodécimo fonendoscopio como regalo de cumpleaños se dio por vencido y, recapacitando en la consulta de sus padres, decidió compaginar sus estudios médicos con su pasión por los buenos vinos y la fotografía. A la hora de escoger la especialidad dudó mucho, se inclinaba por algo que sonara bien: otorrinolaringología, cirugía maxilo facial, semiología clínica, etc. Sin embargo, acababa de comprarse el primer coche y haciéndose forense los plazos se pasarían volando. En la facultad de medicina nunca le dijeron que sería forense, sino que se formaría en jurisprudencia médica. ¡Casi médico y abogado al mismo tiempo! Por muy bien que sonara aquella especialidad, al poco tiempo se puso de manifiesto que los forenses eran médicos mal pagados y poco queridos. Ramón, que huía de la vida retirada, quiso hacer algo para que su nombre apareciera a la misma altura que el de sus colegas de la facultad. Algunos conocidos (de esos que deben siempre pequeños favores) hicieron un par de llamadas y Ramón se convirtió en profesor contratado de “fotografía forense” en la UCM. Parecía que tampoco su tiempo de ocio lo había escogido en vano, con su pasión por la fotografía y su nariz de oro, era capaz de distinguir, comparándolo con una botella de tinto abierta, los días que un hombre llevaba muerto. Con treinta años, dos cámaras de foto, una casa heredada en la playa y casi ocho amigos, Ramón se jactaba de ser un diamante en bruto de la medicina. Sus métodos eran siempre eficaces, los aparatos más nuevos del mercado, una conducta intachable y enormes propinas a todo el cuerpo médico por Navidad. El frío comenzaba a apretar y Ramón empezó a valorar seriamente casarse el próximo verano. Debía hablar con su madre, comunicarle que ya estaba preparado y que consentía que se le presentara a mujeres. Mientras este nuevo sentimiento le rondaba, recibió una llamada de la facultad. Al mismo tiempo que se juraba no volver a contestar cuando apareciera en pantalla un número oculto, saltó de alegría al comprender que aquella llamada llevaría su nombre directamente a “Tribuna Complutense”. Ahora ya no importaba que la medicina le gustase o no, Ramón se sentía orgulloso de haber tomado sin ningún tipo de respaldo todas esas decisiones que le catapultarían a la fama. Iba a tener el primer muerto para él solito; por lo visto algún estudiante de esos mediocres de letras había sido encontrado muerto en uno de sus edificios.

Perfil de la señora de la limpieza

Buenos días señoras y señores (hay que seguir el protocol, las damas first). Me llamo Montserrat Sánchez de Quirós y nací hace 40 años en Lleida. Provengo de una familia de rancio abolengo proveniente de los Pirineos Catalanes, ¡great mountains! Mi educación siempre ha estado marcada por asistir a las most elitist schools en las que completé mis ciclos educativos con las mejores calificaciones posibles.

Ya desde teenager sentía pasión por la literatura y devoraba todos los libros que mis padres podían proporcionarme, desde literatura infantil hasta grandes clásicos. Mis títulos favoritos iban desde Un capitán de 15 años a The Tempest, pasando por Lyrical Ballads y mis adorados Cavallier Poets. Como bien se puede observar, era bastante ducha en el uso del inglés, aunque también me defendía muy bien en francés, gracias a las muchas vacaciones que pasábamos en el sur de Francia mi familia y yo.

Precisamente por la pasión que sentía hacia los grandes títulos en lengua inglesa decidí estudiar Filología Inglesa, carrera que me dio grandes alegrías pero que también me proporcionó las más amargas tristezas (oh! Gosh). Con 18 años mis padres me permitieron mudarme a Barcelona, a una de las más prestigiosas universidades que por aquellos entonces estaba a la vanguardia de la educación universitaria en España. Gracias al desahogo económico que disfrutábamos en mi casa mis padres alquilaron un precioso piso al que por su puesto venía también mi adorada nanny.

Me licencié con unas notas magníficas y me especialicé en Literatura Inglesa Romántica. Como los undergraduate studies no me llenaban, decidí doctorarme, una de mis más acuciantes amibitions. Con 27 años acabé mi tesis, cuyo título fue Romantic women, who are them? Y entré de lleno en el mundo universitario gracias a una plaza como profesora. Dediqué 10 años de mi vida a la docencia hasta que me sobrevino el dissaster: me enamoré de un catedrático de universidad 20 años más mayor que yo y especialista en Derecho Civil. Fue la nuestra una relación bastante especial y tormentosa, ya que la manteníamos en secreto por no estar bien visto las relaciones entre compañeros. Me olvidé comentar que yo ejercía la docencia en la misma universidad de Barcelona en la que había estudiado.

Después de 2 años de relación y bastantes penurias emocionales decidí desvincularme de él y seguir con mi vida como docente pero la proximidad era unbearable y puse rumbo a Madrid. Conseguí trabajo inmediatamente pero no me sentía a gusto y decidí dar un cambio radical. Me propuse seguir estudiando pero Oh! Gosh! Cual fue mi surprise cuando mi antiguo amante pasó a ser rector de la universidad en la que actualmente trabajaba… No pensé que eso fuera important pero él no guardaba un bonito recuerdo de mí y decidió hacerme pagar el desplante que le di. Shit!! ¿Cómo pude acceder al chantaje que me hizo? Es imposible no acceder cuando la propuesta incluye el no volver a ser aceptada en ninguna universidad como docente, you know.

Yo ya no podía volver con mis padres ya que habían muerto algunos años atrás y tampoco podía olvidar la humillación a la que había sido sometida así que decidí estar lo más próxima a él como alguien que casi no se hiciera notar. ¿Qué mejor que una señora de la limpieza con acceso a todas las llaves, oficinas, clases y despachos de la universidad? Pero el destino me aguardaba una última ironía: conseguí plaza en la contrata que llevaba la limpieza pero mi primer destino fue precisamente la Facultad de Filología, en uno de los nuevos edificios. Pero nadie podía conocerme ya que también decidí cambiar tanto de aspecto como de personalidad.

Sólo llevaba una semana en mi puesto cuando al empezar mi turno de mañana me encontré con el espectáculo más awful imaginable: había un chico muerto en el patio interior. Oh! Gosh! Pero mis ansias de venganza fueron más fuertes que el impacto de la muerte, y al llamar al conserje sólo pensaba en la vergüenza que supone como rector que aparezca un dead guy en el Campus…

domingo, 28 de noviembre de 2010

Dr. Corbacho. Catedrático de Lengua y Literatura Ibérica Preclásica

Hola a todos. Mi nombre es Epidio Corbacho Rey y, por si esta no fuera desgracia suficiente, una nueva calamidad se cierne sobre mí: me estoy haciendo viejo. Quizá no lo creáis -vosotros, que empezáis a ver la vida- pero es un tema muy serio, terriblemente serio. Más aún cuando llegas a casa cada noche y no encuentras a nadie que escuche tus penas y las mitigue con una sopa caliente.

Sin embargo, no debéis creerme uno de esos ancianos amargados que malgastan su tiempo lanzando su frustración y rencor contra el mundo. La vejez acecha, sí, pero aun tengo fuerzas para ocuparme de una cuestión más importante que algunas canas entre las púas. Una cuestión que requiere toda mi capacidad intelectual. Veréis: después de casi cuatro lustros dedicado a la investigación de los restos arqueológicos y lingüísticos en el valle del río Esla (no exclusivamente) -disciplina apasionante que exige años y años de profundo estudio y amplísimos conocimientos-, estos últimos meses sentía muy cerca el final, la posibilidad de probar científicamente una hipótesis revolucionaria que agrupa el nacimiento del vasco, el indoeuropeo y las lenguas amerindias en torno una zona de apenas treinta kilómetros cuadrados entre Asturias, León y Galicia, junto a los famosos lugares de Busdungo y Camplongo. Pero hay algo que no termina de encajar, y mi tiempo se agota. Cada vez estoy más cansado.

Supongo que, como toda persona culta, se darán cuenta ustedes de la importancia de semejante hallazgo y de la necesidad de ocupar las veinticuatro horas del día a reflexionar y releer los estudios fundamentales acerca de la materia. Por este motivo, generalmente he rechazado el contacto directo y amistoso con los alumnos a los que imparto las lecciones, un contacto que, por otra parte, están muy lejos de merecer esos vagos carentes de inquietudes. Cada año es peor. En mis sesenta y siete años, dos tercios de ellos delante de mentes poco más que infantiles, nunca había visto un escándalo mayor que el de las últimas hornadas de estudiantes. Ya no soporto sus risas en clase, sus conversaciones, el constante pitido de sus teléfonos móviles, toda esa vitalidad obscena que me restriegan por la cara.

Y si digo esto de mis alumnos, mejor no hablar de mis colegas,. La situación clama al cielo. En las pocas ocasiones en que me he visto obligado a irrumpir en alguna clase, compruebo atónito que no sabría diferenciar “eso”, de una reunión de amigotes en un bar de pueblo. Por eso me mantengo discretamente al margen, realizando mi labor desde el despacho, protegido por las estanterías llenas de libros como un castillo inexpugnable, donde la vulgaridad y frivolidad que campan por doquier no pueden alcanzarme. Cuando yo era joven las cosas eran muy diferentes. El respeto a las ideas, el culto a la sabiduría, la responsabilidad... todo eso se ha perdido y, a cambio, tenemos un páramo cultural dominado por los programas del corazón y el fútbol, ese maldito fútbol. Si ni siquiera hay ya jugadores como los de antes.

Diatribas aparte, lo cierto es que la vida nunca deja de sorprenderte y ahora, a mis años, cuando pensaba que ya sabía todo lo que ese mundo fuera de los libros (como si existiera un mundo fuera de los libros, como si ignorásemos que el universo son solo palabras) podía ofrecerme, ese pobre chico muere. Nunca me han atraído las glorias mundanas pero, de repente, la facultad enloquece y una parte de mí quiere responder a la llamada de mi corazón que pide volver a vivir, que desea realizar su destino olvidado de héroe. Y no puedo negarme. Siento que me he ganado escuchar ese impulso que me asalta desde lo más profundo.

Yo, Epidio Corbacho Rey, con la sola ayuda de mis células grises, resolveré el misterio.

Perfil de Arsenio Cañizares, periodista que investigará el Crimen en el D

Arsenio Cañizares es un periodista de los de verdad, de raza. Formado en las aulas de la Escuela Oficial de Periodismo, y en la escuela de la calle, pertenece a esa casi extinguida generación de reporteros que se fía más del teléfono fijo que del móvil y de la fuente de confianza que del rumor en SMS. A duras penas sus jóvenes jefes han logrado evitar su despido por obsolescencia, convenciéndolo de que sustituya su viejo Pentium por una tableta última generación en la que sin embargo, Arsenio no consigue apretar menos de tres teclas a la vez, y de la que prefiere ignorar el 80% de sus aplicaciones. Su batalla diaria le gusta librarla en las calles, en los juzgados, en los hospitales, en  las comisarías de policía. Sí, sobre todo en las comisarías y en los cuartelillos, donde todavía queda esperanza para el orden y la paz en esta España fragmentada, gracias a la entrega de esos héroes que forman los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Arsenio quiso ser detective una vez, pero a Mª Pilar, su novia entonces, su mujer hoy, la madre de sus tres hijos, le parecía más romántico el Periodismo y él no supo negarse. En los últimos 30 años ha visto pasar de todo por la redacción de “El Observador Imparcial”, la casa que vislumbró sus dotes para la investigación y la narración veraz de los hechos cuando apenas tenía los 20 recién cumplidos. De su primer Director, D. Gustavo Fernández de Almansa, apenas queda un leve recuerdo a través del parecido físico en su sobrino nieto Gustavito, heredero de la fortuna familiar y Presidente del grupo editorial. El íntimo amigo de Gustavito, Borja Sepúlveda, es hoy el Redactor-Jefe  de Arsenio y eso que el único laboratorio forense que ha visto en su vida es el del C.S.I. Arsenio se mueve por el distrito centro de Madrid como pez en acuario, y casi todas las semanas es capaz de sacarse una y a veces hasta dos crónicas sobre la tormentosa vida del lumpen noctámbulo, autóctono y forastero. Pero precisamente esta mañana, un mensaje en su blackberry le conmina a desplazarse de inmediato a la Universidad Complutense donde acaban de encontrar el cadáver de un chaval tirado en un patio interior de la facultad de Filología.